Uno de los sentimientos más corrosivos y virulentos que las personas pueden llegar a cultivar es el de la Culpa. Si hubo alguna vez un tiempo en que cada cual sabía que equivocarse significaba aprender y superarse a si mismo y que confiar en uno mismo y en los demás era vital para construir algo juntos, que resultaba apasionante investigar, explorar, y experimentar nuevas maneras de hacer las cosas, arriesgándose a equivocarse, se evaporó; y todavía no se ha encontrado explicación alguna a este cambio tan espeluznante, de cómo poco a poco aquella sociedad,-hoy considerada como una utopía-, devino en algo tan complicado, difícil y advenedizo como la que conocemos en la actualidad, en la que todos culpamos a otros porque el mundo no es como debería ser, según nosotros, claro, creándonos estados de angustia y ansiedad ante la incertidumbre de conseguir una vida que valga la pena ser vivida.
El invento fue todo un éxito, pronto los humanos aprendieron de los “deberías”, los “tienes que” y otras perlas que los tiranos, mediante la culpa, consiguieron implantar la cultura del miedo a las gentes y así fue como la cultura del pensamiento libre y respetuoso desapareció llenando el mundo de culpables.
Sea como fuere resulta muy curioso cómo la culpa ha llegado a ser una artilugio de tortura hasta llegar a convertido en el deporte estrella de nuestra sociedad, que incluso se practica dentro de los mismísimos "sagrados espacios" a veces frecuentados por "nuestros" políticos y sus secuaces. Comparado con él, el fútbol no tiene nada que hacer, y eso son palabras mayores. Lo más curioso es que nadie ha visto jamás ni una sola culpa en su vida y pese a que la ciencia no ha encontrado ni rastro de su ADN, ni tampoco en el genoma humano, todos creen fervientemente en ella y la gente la sigue utilizando como herramienta de manipulación y sometimiento. Arte por excelencia que el ser humano utiliza para humillar al ser humano. ¡Qué bonito!
Todo esto da que pensar, porque, al contrario de otras posesiones que dan prestigio, como coches, mansiones, trajes y bolsos, la culpa da prestigio a quien no la tiene. Entonces, digo yo, que si no tener culpa da prestigio, lo mejor es no tomarla, así se evita uno encontrarse con la vergüenza de tener que librarse de ella “colgándosela” a los demás, léase el sistema, el gobierno, el jefe, el vecino, la familia, el marido, la esposa, los hijos, el perro o el canario. Eso, además de resultar aburrido, -todo el mundo juega a lo mismo y de la misma manera -, es muy delatador, le pone a uno en evidencia, le desprestigia, porque al pasar la culpa a los demás es señal inequívoca de que la ha tenido consigo anteriormente y la está repudiando.
En mi opinión, por mucha tradición que sea, no es nada rentable utilizar algo tan retorcido como la culpa, pues las somatizaciones que se derivan de ella son terriblemente dolorosas por la rabia, resentimiento y remordimiento acumulados. Porque la culpa no es saludable ni recomendable fuera del contexto que compete solamente a los rituales de los jueces. Otra cosa, sin embargo, es la responsabilidad, y que según la RAE define a ambas como:
Culpa: falta más o menos grave cometida voluntariamente, con intención de hacer daño a terceros.
Responsabilidad: de Respondere/Responsum = responder/respuesta. Y de Habilitatem= acierto, destreza, diplomacia, discreción, ingenio, maestría, pericia, sagacidad, soltura, tacto. Así pues si Responsabilidad es la Habilidad de Respuesta, una persona responsable es aquélla que sabe dar respuestas con acierto, destreza, diplomacia, discreción, ingenio, maestría, pericia, sagacidad, soltura, tacto.
Según estas definiciones, mientras que la culpa esclaviza, la responsabilidad hace libres a las personas. ¿No es fantástico este descubrimiento? Mientras que la culpa es un sentimiento como consecuencia de la frustración e intolerancia, de la responsabilidad emerge el sentimiento de ser honesto, de saber que la libertad tiene un precio y se está dispuesto a pagar por ella. Las personas responsables saben que lo que se siente profundamente tiene el poder de cambiarlos y no necesitan pasar a otros sus responsabilidades ni tampoco asumen las que no les competen.
También asumen el riesgo de ser perseguidos o, en el mejor de los casos, olvidados por los que ejercen la manipulación con la culpa, pero lo prefieren a la esclavitud que ello les supondría si no lo fueran.
Con lo dicho no resulta difícil determinar cual de los dos modelos de persona, culpatriz y responsable, está más expuesta al estrés y a las enfermedades, además de correr el riesgo de sentirse más desdichada e infeliz. Si pudieras elegir, ¿con cuál de los dos grupos querrías que se te asociaran? ¿Te imaginas un mundo sin culpables y lleno de personas responsable? ¿Tú que harías?¿Cómo querrías que la gente te reconociera como culpatriz o como responsable?, ¿con qué club quieres que se te identifique? Es cuestión de preferencias, tú eliges.
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1 comentario:
La culpa, menudo invento.
PS: ¡Eso sí que es Cambridge! ¿Quién era el culpable del anterior desaguisado?
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