El sabio y el escorpión.
Iban paseando por la orilla de un rio dos monjes orientales, en silencio y atentos a sus meditaciones respectivas, cuando el más joven vió cómo un pequeño escorpión se estaba ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo tomó con su mano el escorpión le picó.
Como reacción natural ,el joven monje gritó al tiempo que lo soltó, sacando de su meditación al otro monje, quien lo observó y continuó meditando en silencio.
El animal volvió a caer al agua y de nuevo estaba en peligro de ahogarse, cuando nuevamente el joven monje intentó sacarlo otra vez con la mano desnuda, y otra vez el escorpión le picó.
En esta ocasión, y habiendo oído nuevamente el grito de su hermano, el monje anciano le dijo: Pero hombre bendito ¿Cómo se te ocurre coger así a un escorpión?, siempre te picará cuando lo hagas, su naturaleza es picar.
El joven monje, dolido y humillado respondió: "De acuerdo que la naturaleza del escorpión es picar, pero eso no cambia la mía, que es salvarle".
A lo que el anciano monje le replicó: "No te estoy diciendo que renuncies a tu naturaleza, sólo te estoy diciendo que te protejas".
Y entonces, ayudándose de una hoja y con mucho cuidado el joven monje sacó el animalito del agua y le salvó la vida.
Es bueno saber cual es tú naturaleza y la naturaleza del otro, y no cambies tu naturaleza si alguien te hace daño; sólo toma precauciones.
El ayudar a otros empieza por ayudarte a ti mismo para que esa ayuda sea eccológica para ambos, los dos han de sentirse bien. La ayuda no sirve cuando alguien ha de salir dañado.
Comportarse generosamente con alguien no es garantía de que ese alguien te trate con gratitud, pero al menos tú te sientes bien contigo mismo. Si buscas gratitud ya no te comportas tan generosamente como pensabas.
Y por otro lado...¿quién dice que el escorpión al picarle no le estaba dando las gracias al monje a su manera?.Lo que para unos es un comportamiento horrible, para otros puede ser un acto digno.
¿Quién juzga eso?.La vara de medir sólo está en lo que queremos para nosotros, diferenciar lo que nos es válido de lo que no nos lo es, en virtud de cómo queremos vivir nuestra vida. Cada paso que damos, ¿nos hace más felices o más desgraciados? ¿Ayudo a los demás porque es lo "se debe hacer" y me lanzo al vacío sin paracaídas, porque, como ayudo (leáse soy buena) Dios me protegerá, o ayudo a los demás tomando plena conciencia de quiero correr el riesgo sabiendo hasta dónde estoy dispuesto a arriesgarme teniendo presente mis capacidades para cuidar de mi mismo en cualquier momento?. Cuidar de uno mismo es un derecho y una obligación, es un acto de respeto por tu propia existencia, es el primer paso hacia el autodescubrimiento.
jueves, 31 de diciembre de 2009
lunes, 21 de diciembre de 2009
La historia de un pescado
Gregory Bateson estuvo varios años estudiando los patrones de comunicación de las marsopas y los delfines. Él registró que, para complementar sus estudios, el centro de estudios con el que él estaba relacionado, con frecuencia organizaba presentaciones para el público al vivo usando los animales que estaban siendo estudiados, a veces hasta tres veces por día.
Los investigadores decidieron demostrar al público el proceso como ellos entrenaban un delfín para hacer el truco:
Un delfín era llevado desde un tanque de espera a un tanque de presentación frente al público. El entrenador se esperaba a que el delfín tuviera un comportamiento fácil de notar por el público, así como, por ejemplo, levantar la cabeza fuera del agua y mantenerla así durante unos minutos. Entonces el entrenador tocaba el silbato y le daba un pescado al delfín. Después de esto el entrenador esperaba hasta que el delfín repetía la hazaña, tocaba nuevamente el silbato y le obsequiaba con otro pescado. Rápidamente el delfín aprendía lo que tenía que hacer para conseguir su premio y seguía repitiendo su comportamiento para lograrlo.
Más tarde, el delfín estuvo esperando dos horas en el tanque de espera, para volver nuevamente al tanque de presentación. Naturalmente, empezó a repetir su habilidad de mantener erguida su cabeza fuera del agua como hizo la primera vez y esperó el sonido del silbato y el pescado..., pero el entrenador tenía otros planes para él, quería que el delfín enseñara un truco nuevo al público.
Pasados casi los dos tercios del tiempo de exhibición ante el público repitiendo el mismo truco varias veces, el delfín, finalmente, sintiéndose frustrado meneó su cola. El entrenador inmediatamente tocó el silbato y le arrojó un pescado. El delfín sorprendido y un tanto confundido meneó de nuevo la cola, siendo premiado dos veces consecutivas y demostrando con éxito de nuevo su capacidad de aprender.
En la tercera sesión, después de dos horas de espera y siendo llevado de nuevo al tanque de presentación, el delfín el delfín comenzó a mover la cola obedientemente tal y como había aprendido en la sesión anterior; y como fuere que el entrenador insistía en querer que aprendiera algo nuevo, no le silbó y no le dio pescado alguno.
Nuevamente el delfín se pasó casi los dos tercios del tiempo de exhibición repitiendo el meneo de la cola con una frustración creciente, hasta que estando totalmente impaciente, hizo algo diferente, como un giro. . El entrenador inmediatamente tocó el silbato y le arrojó un pescado. Pasado un tiempo prudencial, el delfín aprendió con éxito girar sobre su eje frente al público y fue devuelto a su estante de espera.
Durante catorce representaciones el delfín repitió ese modelo: el primero de los dos tercios de la presentación se utilizaba en repeticiones fútiles de comportamientos que fueron reforzados en la presentación anterior hasta que casi “por accidente”, él efectuaba un cambio obvio de comportamiento y fue capaz de completar con éxito la demostración de su entrenamiento.
Al delfín esto le suponía sentirse cada vez más perturbado y frustrado en cada presentación, en cada “equivocación”, sin embargo el entrenado consideró necesario romper las reglas del contexto durante el entrenamiento y darle de vez en cuando un pescado “sin merecerlo” para mantener su relación con el delfín, pues de lo contrario si el grado de frustración del delfín fuera límite éste podría negarse a cooperar con el entrenador repercutiendo negativamente en el proceso de la investigación.
Buena parte de las teorías de aprendizaje y motivación se basan en el paradigma “arco-reflejo”, recibimos un estímulo sensorial, que provoca alguna respuesta, que ulteriormente puede ser reforzada positiva o negativamente., (premio/castigo) como todas las demás experiencias de nuestra vida, tiene una estructura mental interna.
Finalmente, entre la décima cuarta y la décima quinta sesión, el delfín parecía prácticamente salvaje con la excitación que le suponía la experiencia, como si de pronto hubiera descubierto una mina de oro. Cuando fue llevado al tanque de presentación para el décimo quinto espectáculo, inició actividades más elaboradas, incluidas ocho comportamientos distintos a los específicos del entrenamiento, cuatro de las cuales nunca antes habían sido observadas en esa especie.
Los elementos importantes de esta historia son:
1. El delfín tuvo que aprender una nueva serie de comportamientos en oposición a un comportamiento en particular.
2. Las peculiaridades del comportamiento fueron determinadas por el delfín y no por el entrenador. Ya que la principal tarea de éste era la de controlar el contexto de manera que el delfín realizara nuevas proezas.
3. El aprendizaje problema era el contexto y sus peculiaridades: el tanque de presentación. (el escenario).
4. El silbato no era un estímulo específico para activar una respuesta peculiar, sino un mensaje al delfín sobre alguna cosa que ya había hecho.
5. El pescado que se le daba al delfín suponía más un refuerzo en la relación entrenador/delfín que un “premio” en sí mismo, ya que era evidente que como tal resultaba proporcionalmente inferior al esfuerzo para conseguir un comportamiento en particular cada vez.
6. Si el entrenador no estuviese sensible a esta relación y no hubiera tomado las actitudes necesarias para mantenerla, la experiencia podría haber sido un fracaso.
Gregory Bateson estuvo varios años estudiando los patrones de comunicación de las marsopas y los delfines. Él registró que, para complementar sus estudios, el centro de estudios con el que él estaba relacionado, con frecuencia organizaba presentaciones para el público al vivo usando los animales que estaban siendo estudiados, a veces hasta tres veces por día.
Los investigadores decidieron demostrar al público el proceso como ellos entrenaban un delfín para hacer el truco:
Un delfín era llevado desde un tanque de espera a un tanque de presentación frente al público. El entrenador se esperaba a que el delfín tuviera un comportamiento fácil de notar por el público, así como, por ejemplo, levantar la cabeza fuera del agua y mantenerla así durante unos minutos. Entonces el entrenador tocaba el silbato y le daba un pescado al delfín. Después de esto el entrenador esperaba hasta que el delfín repetía la hazaña, tocaba nuevamente el silbato y le obsequiaba con otro pescado. Rápidamente el delfín aprendía lo que tenía que hacer para conseguir su premio y seguía repitiendo su comportamiento para lograrlo.
Más tarde, el delfín estuvo esperando dos horas en el tanque de espera, para volver nuevamente al tanque de presentación. Naturalmente, empezó a repetir su habilidad de mantener erguida su cabeza fuera del agua como hizo la primera vez y esperó el sonido del silbato y el pescado..., pero el entrenador tenía otros planes para él, quería que el delfín enseñara un truco nuevo al público.
Pasados casi los dos tercios del tiempo de exhibición ante el público repitiendo el mismo truco varias veces, el delfín, finalmente, sintiéndose frustrado meneó su cola. El entrenador inmediatamente tocó el silbato y le arrojó un pescado. El delfín sorprendido y un tanto confundido meneó de nuevo la cola, siendo premiado dos veces consecutivas y demostrando con éxito de nuevo su capacidad de aprender.
En la tercera sesión, después de dos horas de espera y siendo llevado de nuevo al tanque de presentación, el delfín el delfín comenzó a mover la cola obedientemente tal y como había aprendido en la sesión anterior; y como fuere que el entrenador insistía en querer que aprendiera algo nuevo, no le silbó y no le dio pescado alguno.
Nuevamente el delfín se pasó casi los dos tercios del tiempo de exhibición repitiendo el meneo de la cola con una frustración creciente, hasta que estando totalmente impaciente, hizo algo diferente, como un giro. . El entrenador inmediatamente tocó el silbato y le arrojó un pescado. Pasado un tiempo prudencial, el delfín aprendió con éxito girar sobre su eje frente al público y fue devuelto a su estante de espera.
Durante catorce representaciones el delfín repitió ese modelo: el primero de los dos tercios de la presentación se utilizaba en repeticiones fútiles de comportamientos que fueron reforzados en la presentación anterior hasta que casi “por accidente”, él efectuaba un cambio obvio de comportamiento y fue capaz de completar con éxito la demostración de su entrenamiento.
Al delfín esto le suponía sentirse cada vez más perturbado y frustrado en cada presentación, en cada “equivocación”, sin embargo el entrenado consideró necesario romper las reglas del contexto durante el entrenamiento y darle de vez en cuando un pescado “sin merecerlo” para mantener su relación con el delfín, pues de lo contrario si el grado de frustración del delfín fuera límite éste podría negarse a cooperar con el entrenador repercutiendo negativamente en el proceso de la investigación.
Buena parte de las teorías de aprendizaje y motivación se basan en el paradigma “arco-reflejo”, recibimos un estímulo sensorial, que provoca alguna respuesta, que ulteriormente puede ser reforzada positiva o negativamente., (premio/castigo) como todas las demás experiencias de nuestra vida, tiene una estructura mental interna.
Finalmente, entre la décima cuarta y la décima quinta sesión, el delfín parecía prácticamente salvaje con la excitación que le suponía la experiencia, como si de pronto hubiera descubierto una mina de oro. Cuando fue llevado al tanque de presentación para el décimo quinto espectáculo, inició actividades más elaboradas, incluidas ocho comportamientos distintos a los específicos del entrenamiento, cuatro de las cuales nunca antes habían sido observadas en esa especie.
Los elementos importantes de esta historia son:
1. El delfín tuvo que aprender una nueva serie de comportamientos en oposición a un comportamiento en particular.
2. Las peculiaridades del comportamiento fueron determinadas por el delfín y no por el entrenador. Ya que la principal tarea de éste era la de controlar el contexto de manera que el delfín realizara nuevas proezas.
3. El aprendizaje problema era el contexto y sus peculiaridades: el tanque de presentación. (el escenario).
4. El silbato no era un estímulo específico para activar una respuesta peculiar, sino un mensaje al delfín sobre alguna cosa que ya había hecho.
5. El pescado que se le daba al delfín suponía más un refuerzo en la relación entrenador/delfín que un “premio” en sí mismo, ya que era evidente que como tal resultaba proporcionalmente inferior al esfuerzo para conseguir un comportamiento en particular cada vez.
6. Si el entrenador no estuviese sensible a esta relación y no hubiera tomado las actitudes necesarias para mantenerla, la experiencia podría haber sido un fracaso.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
La Salud Emocional
En ocasiones anteriores, cuando desde estas líneas hablábamos de La Inteligencia Emocional, ya dijimos que mientras las emociones negativas nos llevan a sentirnos desgraciados, haciéndonos daño y a dañar a otras personas, las positivas, nos hacen más fuertes y capaces, apoyando a que los demás también lo sean de igual modo.
En realidad lo de positivas o negativas sólo era una manera de diferenciarlas en virtud de las consecuencias que conlleva lo que nosotros decidamos hacer con ellas.
Por ejemplo, te puedes ver ante la posible situación de que una rueda de tu coche se ha pinchado y acto seguido te lías a patadas con la estúpida rueda, aunque también tienes la opción de serenarte cuanto antes y, pese al contratiempo, ponerte a la tarea de cambiar la rueda. Cambiarla la has de cambiar igualmente, pero ¿qué resulta más útil y conveniente para ti, hacerlo después de destrozarte los pies o antes de llegar a eso? La frustración emerge genuinamente de ti, la violencia es lo que tu eliges hacer con lo que emergió de ti. Uno puede sentirse triste por una pérdida, es una reacción natural, la posible depresión posterior es una elección que se puede evitar. Y así con cada una de las emociones que nos hacen sentir desdichados.
También dijimos en otras ocasiones que los estudios realizados por los neurocientíficos se encontró la relación fisiológica entre las emociones y la actividad cerebral -en forma de pensamientos- por medio de los neurotransmisores, y que llegaron a la conclusión de que sentimos según como pensamos; eso significa que si nos fijamos en las cosas qué pensamos y las cambiamos por otras para sentirnos emocionalmente mejor, llegaremos a sentirnos mejor, porque si el pensamiento cambia, nuestras emociones cambian con él. Ser optimista no soluciona gran cosa pero ser pesimistas es un verdadero obstáculo. Hay tantas posibilidades de que algo salga bien como de que salga mal, pero si nos entretenemos en esto último seguro que ya estamos derrotados de antemano.
Somos la única especie capaz de transformar nuestra biología mediante lo que pensamos y sentimos. Si estamos enfadados o deprimidos nuestro sistema inmunológico se debilita por estar liberando las mismas hormonas y sustancias biológicas destructivas que el estrés. Por el contrario, si nos serenamos, se fortalece. La alegría y el sentido del humor activa nuestra corriente sanguínea agilizando sus funciones hasta el punto más recóndito de nuestro ser, y sobre todo mantener los “malos” pensamientos a raya, de tal modo que incluso el proceso de envejecimiento puede ser ralentizado. Tu cuerpo es hoy como consecuencia de lo que pensabas y sentías ayer, si quieres estar mucho mejor mañana, sería conveniente que hicieras algunos reajustes en tu forma de pensar y sentir hoy. Tal vez, después de todo, en eso consista el elixir de la eterna juventud. ¿Por qué no intentarlo?.
Nuestra sugerencia es encontrar maneras de conseguirlo restablecer tu salud emocional. Es tu responsabilidad, tus emociones no son más grandes que tú.
Uno es su propia herramienta con la que construye su propia vida, vale la pena mantenerla en buen estado, y eso depende solamente de uno mismo. Realmente vales la pena.
En realidad lo de positivas o negativas sólo era una manera de diferenciarlas en virtud de las consecuencias que conlleva lo que nosotros decidamos hacer con ellas.
Por ejemplo, te puedes ver ante la posible situación de que una rueda de tu coche se ha pinchado y acto seguido te lías a patadas con la estúpida rueda, aunque también tienes la opción de serenarte cuanto antes y, pese al contratiempo, ponerte a la tarea de cambiar la rueda. Cambiarla la has de cambiar igualmente, pero ¿qué resulta más útil y conveniente para ti, hacerlo después de destrozarte los pies o antes de llegar a eso? La frustración emerge genuinamente de ti, la violencia es lo que tu eliges hacer con lo que emergió de ti. Uno puede sentirse triste por una pérdida, es una reacción natural, la posible depresión posterior es una elección que se puede evitar. Y así con cada una de las emociones que nos hacen sentir desdichados.
También dijimos en otras ocasiones que los estudios realizados por los neurocientíficos se encontró la relación fisiológica entre las emociones y la actividad cerebral -en forma de pensamientos- por medio de los neurotransmisores, y que llegaron a la conclusión de que sentimos según como pensamos; eso significa que si nos fijamos en las cosas qué pensamos y las cambiamos por otras para sentirnos emocionalmente mejor, llegaremos a sentirnos mejor, porque si el pensamiento cambia, nuestras emociones cambian con él. Ser optimista no soluciona gran cosa pero ser pesimistas es un verdadero obstáculo. Hay tantas posibilidades de que algo salga bien como de que salga mal, pero si nos entretenemos en esto último seguro que ya estamos derrotados de antemano.
Somos la única especie capaz de transformar nuestra biología mediante lo que pensamos y sentimos. Si estamos enfadados o deprimidos nuestro sistema inmunológico se debilita por estar liberando las mismas hormonas y sustancias biológicas destructivas que el estrés. Por el contrario, si nos serenamos, se fortalece. La alegría y el sentido del humor activa nuestra corriente sanguínea agilizando sus funciones hasta el punto más recóndito de nuestro ser, y sobre todo mantener los “malos” pensamientos a raya, de tal modo que incluso el proceso de envejecimiento puede ser ralentizado. Tu cuerpo es hoy como consecuencia de lo que pensabas y sentías ayer, si quieres estar mucho mejor mañana, sería conveniente que hicieras algunos reajustes en tu forma de pensar y sentir hoy. Tal vez, después de todo, en eso consista el elixir de la eterna juventud. ¿Por qué no intentarlo?.
Nuestra sugerencia es encontrar maneras de conseguirlo restablecer tu salud emocional. Es tu responsabilidad, tus emociones no son más grandes que tú.
Uno es su propia herramienta con la que construye su propia vida, vale la pena mantenerla en buen estado, y eso depende solamente de uno mismo. Realmente vales la pena.
viernes, 6 de marzo de 2009
El Poder de Decidir
Decide por tí mismo.
Es posible que no seamos capaces de controlar las fuerzas de la naturaleza, las llamadas crisis económicas y demás acontecimientos externos, pero al menos,-y no es poco-, si podemos controlar cómo reaccionar ante ellas. No podemos controlar las fluctuaciones en la economía, pero podemos controlar su influencia en nosotros, sobre todo si le damos un nuevo significado, un poco más alentador que el de las noticias diarias, pues al fin y a la postre ellas son las que engordan los bolsillos de unos pocos a costa de sembrar la Apocalipsis en el sentir de la población.
La cultura del miedo, esa es la que impera a sus anchas desde hace siglos en los cinco continentes, pues de todos es sabido que la manera de obtener los mejores resultados para que los poderos sigan en el poder (político, religioso, financiero, de salud, de la comunicación, etc) es mantener al pueblo sometido bajo su dominio a través del miedo, aprovechándose de su ingenuidad e ignorancia.
Y con todo esto no estoy diciendo que hay que vivir al buen tuntún, pero si estoy diciendo que sepamos diferenciar el miedo de la prudencia. Mientras la prudencia es la consecuencia de aprendizajes anteriores que nos incita a actualizar y reajustar nuestras conductas para ser eficaces en el presente, el miedo, a modo de impronta mental, carece de sentido y nos paraliza haciéndonos cada vez más pequeños e insignificantes.
Y es que tal vez hayamos dejado de ser ingenuos para convertirnos en seres desconfiados, pero no es tan seguro que hayamos alejado la ignorancia de nuestras vidas, pues creemos lo que queremos creer, y la ignorancia sólo se combate con evidencias y no solamente con creencias. Si hemos dejado la ingenuidad tal vez nos conviniera recuperar la inocencia de los niños (aunque con el modelo que les estamos mostrando, los niños ya están dejando de ser inocentes...), y si todavía estamos apegados a la ignorancia, dejemos de estarlo y adquiramos una nueva cultura, la cultura humanista de conocerse uno mismo para llegar a ser el que desea ser y no lo que desean los demás. Eso supone recurar la confianza en el Ser Humano, es el único que puede salvar a la Humanidad.
Se dice que ser eficaz es hacer las cosas correctamente y ser eficiente es hacer lo correcto. Y es que uno puede asesinar, violar, extorsionar, etc. correctamente y ser muy eficaz, pero...¿es eso hacer lo correcto?. Por otro lado hacer lo correcto supone equivocarse muchas veces, no hacerlo correctamente al principio, pero si persistes y te entrenas llegarás a ser un virtuoso en ser eficaz.
Las emociones están condicionadas por nuestros mapas mentales, podemos alimentar pensamientos que nos mantienen en la desdicha, o esos otros que nos aportan la serenidad necesaria para encontrar nuevas soluciones. De nosotros depende que nuestros estados de ánimo nos lleven a sentir el añorado sosiego que todos merecemos disfrutar. Podemos eliminar el sufrimiento gratuito de nuestras vidas, tener control sobre los acontecimientos en vez de que los acontecimientos nos controlen a nosotros.
Fue el Dr. Ramón y Cajal quien dijo: “El cerebro es como una máquina de acuñar moneda, si le introduces metal basura, sacará monedas basura, pero si le introduces oro, acuñará valiosas monedas de oro”. Si permitimos que los pensamientos destructivos se introduzcan en nuestro cerebro, nuestras emociones serán destructivas, repercutiendo en nuestras relaciones y en nuestra salud, (mejor dicho, en nuestra falta de salud); pero si aprendemos a manejarnos desde nuestros pensamientos más gratos y edificantes, nuestra emociones también lo serán y nuestros sistemas inmunológico y endocrino funcionarán con total fluidez, sin obstáculos, manteniéndonos en el bienestar y favoreciendo que nos sintamos con un mayor empuje para hacer frente a esas situaciones en las que a nadie le gusta estar, pero que, no obstante, al salir de ellas lo hacemos mucho más fortalecidos.
Consideremos, pues, que las emociones destructivas o negativas son las que nos paralizan y nos dañan, obteniendo como consecuencia que hagamos daño a otras personas, -recordemos que si la risa es contagiosa, la tristeza, la rabia y el resentimiento también lo son-, son las emociones que nos hace vulnerables ante los predadores. Por el contrario, las emociones constructivas o positivas son las que nos mantienen en un estado de autoconfianza y repeto por nosotros mismos.
Nadie está condenado a la escasez, al fracaso o a la enfermedad, a priori, podemos cambiar eso si nos lo proponemos. Uno no está condenado a seguir siendo siempre aquel en que se ha convertido como consecuencia de su historia, de sus costumbres, incluso de sus creencias, de sus decisiones -más o menos acertadas- que le han traído hasta aquí; uno puede cambiar eso, puede decidir otra cosa y llegar a ser la gran persona que soñó ser. Hora es ya de empezar a recorrer el camino que nos lleve allí.
Consideremos, pues, que las emociones destructivas o negativas son las que nos paralizan y nos dañan, obteniendo como consecuencia que hagamos daño a otras personas, -recordemos que si la risa es contagiosa, la tristeza, la rabia y el resentimiento también lo son-, son las emociones que nos hace vulnerables ante los predadores. Por el contrario, las emociones constructivas o positivas son las que nos mantienen en un estado de autoconfianza y repeto por nosotros mismos.
Nadie está condenado a la escasez, al fracaso o a la enfermedad, a priori, podemos cambiar eso si nos lo proponemos. Uno no está condenado a seguir siendo siempre aquel en que se ha convertido como consecuencia de su historia, de sus costumbres, incluso de sus creencias, de sus decisiones -más o menos acertadas- que le han traído hasta aquí; uno puede cambiar eso, puede decidir otra cosa y llegar a ser la gran persona que soñó ser. Hora es ya de empezar a recorrer el camino que nos lleve allí.
Esto es lo bueno de las crisis, que nos dan la oportunidad de cambiar de rumbo llevando nosotros mismos el timón de nuestra propia vida, tomando nuestras propias decisiones. En fin, sabiendo que siempre estamos eligiendo, incluso al dejar de decidir elegimos que los demás decidan por nosotros ¿quién te garantiza que nos lo van a acertar?. Decide por tí mismo, es lo correcto, que no te importe equivocarte, eso es aprender, porque siempre puedes rectificar, y una vez consigas lo que te has propuesto puedes gritar: ¡Valió la pena!.
Mascal. Marzo'09
miércoles, 14 de enero de 2009
En algún escrito me encontré con la siguiente anécdota:
La luz de choque
Dos acorazados asignados a la escuadra de entrenamiento habían estado de maniobras en el mar con tempestad durante varios días. Yo servía en el buque insignia y estaba de guardia en el puente cuando caía la noche. La visibilidad era pobre y había mucha niebla, de modo que el capitán permanecía sobre el puente supervisando todas las actividades.
Poco después de que oscureciera, el vigía que estaba en el extremo del puente informó:
-“Luz a estribor”.
-“¿Rumbo directo o se desvía hacia la popa?, le pregunto el capitán.
-“Directo, capitán”, le respondió el vigía, lo que significaba que nuestro propio curso nos estaba conduciendo a una colisión con aquella luz.
El capitán llamó al encargado de emitir señales.
-“Envía este mensaje: Estamos a punto de chocar, aconsejamos cambiar 20 grados su rumbo”.
Llegó otra señal de respuesta : “Aconsejamos que ustedes cambien 20 grados su rumbo”.
El capitán dijo:
- “Contéstele: Soy el capitán , cambie su rumbo, 20 grados”,
- “Soy marinero de segunda clase” –nos respondieron – “Mejor cambie su rumbo 20 grados”
El capitán estaba ya hecho una furia cuando le dictaminó nuevamente:
- “Conteste: Soy un acorazado. Cambie su rumbo 20 grados.”.
La linterna del interlocutor envió su último mensaje:
- Yo soy un faro.
Y...cambiamos nuestro rumbo.
Que me hizo pensar en cómo cegados por los "galones" nos olvidamos de lo importante...A veces pienso que el ser humano viviría más agusto consigo mismo si adquiriera el hábito de cambiar sus hábitos; si probara a reinventarse a si mismo ante cada desafío y dejara de empeñarse en que la realidad ha de encajar, forzosamente, con "su realidad".
Muchos estados de ansiedad, muchas angustias y conflictos dejarían de existir si fueramos un poco más prácticos y tuvieramos en cuenta la diferencia entre lo importante y lo urgente. ¿Qué es más factible cambiar el mundo o cambiar la idea que se tiene de él? ¿Qué es más útil mantener los "galones" o cambiar el rumbo 20º cuando la vida peligra?. ¿Qué es más urgente solucionar el desastre o buscar culpables?.
Pero no desespereís, siempre está bien caerse algún bacatazo que otro, cometer errores, vivir momentos críticos, para luego hacer los ajustes necesarios y retomar el rumbo. Porque como dijo Einstein : " Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia".
La luz de choque
Dos acorazados asignados a la escuadra de entrenamiento habían estado de maniobras en el mar con tempestad durante varios días. Yo servía en el buque insignia y estaba de guardia en el puente cuando caía la noche. La visibilidad era pobre y había mucha niebla, de modo que el capitán permanecía sobre el puente supervisando todas las actividades.
Poco después de que oscureciera, el vigía que estaba en el extremo del puente informó:
-“Luz a estribor”.
-“¿Rumbo directo o se desvía hacia la popa?, le pregunto el capitán.
-“Directo, capitán”, le respondió el vigía, lo que significaba que nuestro propio curso nos estaba conduciendo a una colisión con aquella luz.
El capitán llamó al encargado de emitir señales.
-“Envía este mensaje: Estamos a punto de chocar, aconsejamos cambiar 20 grados su rumbo”.
Llegó otra señal de respuesta : “Aconsejamos que ustedes cambien 20 grados su rumbo”.
El capitán dijo:
- “Contéstele: Soy el capitán , cambie su rumbo, 20 grados”,
- “Soy marinero de segunda clase” –nos respondieron – “Mejor cambie su rumbo 20 grados”
El capitán estaba ya hecho una furia cuando le dictaminó nuevamente:
- “Conteste: Soy un acorazado. Cambie su rumbo 20 grados.”.
La linterna del interlocutor envió su último mensaje:
- Yo soy un faro.
Y...cambiamos nuestro rumbo.
Que me hizo pensar en cómo cegados por los "galones" nos olvidamos de lo importante...A veces pienso que el ser humano viviría más agusto consigo mismo si adquiriera el hábito de cambiar sus hábitos; si probara a reinventarse a si mismo ante cada desafío y dejara de empeñarse en que la realidad ha de encajar, forzosamente, con "su realidad".
Muchos estados de ansiedad, muchas angustias y conflictos dejarían de existir si fueramos un poco más prácticos y tuvieramos en cuenta la diferencia entre lo importante y lo urgente. ¿Qué es más factible cambiar el mundo o cambiar la idea que se tiene de él? ¿Qué es más útil mantener los "galones" o cambiar el rumbo 20º cuando la vida peligra?. ¿Qué es más urgente solucionar el desastre o buscar culpables?.
Pero no desespereís, siempre está bien caerse algún bacatazo que otro, cometer errores, vivir momentos críticos, para luego hacer los ajustes necesarios y retomar el rumbo. Porque como dijo Einstein : " Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia".
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