Decide por tí mismo.
Es posible que no seamos capaces de controlar las fuerzas de la naturaleza, las llamadas crisis económicas y demás acontecimientos externos, pero al menos,-y no es poco-, si podemos controlar cómo reaccionar ante ellas. No podemos controlar las fluctuaciones en la economía, pero podemos controlar su influencia en nosotros, sobre todo si le damos un nuevo significado, un poco más alentador que el de las noticias diarias, pues al fin y a la postre ellas son las que engordan los bolsillos de unos pocos a costa de sembrar la Apocalipsis en el sentir de la población.
La cultura del miedo, esa es la que impera a sus anchas desde hace siglos en los cinco continentes, pues de todos es sabido que la manera de obtener los mejores resultados para que los poderos sigan en el poder (político, religioso, financiero, de salud, de la comunicación, etc) es mantener al pueblo sometido bajo su dominio a través del miedo, aprovechándose de su ingenuidad e ignorancia.
Y con todo esto no estoy diciendo que hay que vivir al buen tuntún, pero si estoy diciendo que sepamos diferenciar el miedo de la prudencia. Mientras la prudencia es la consecuencia de aprendizajes anteriores que nos incita a actualizar y reajustar nuestras conductas para ser eficaces en el presente, el miedo, a modo de impronta mental, carece de sentido y nos paraliza haciéndonos cada vez más pequeños e insignificantes.
Y es que tal vez hayamos dejado de ser ingenuos para convertirnos en seres desconfiados, pero no es tan seguro que hayamos alejado la ignorancia de nuestras vidas, pues creemos lo que queremos creer, y la ignorancia sólo se combate con evidencias y no solamente con creencias. Si hemos dejado la ingenuidad tal vez nos conviniera recuperar la inocencia de los niños (aunque con el modelo que les estamos mostrando, los niños ya están dejando de ser inocentes...), y si todavía estamos apegados a la ignorancia, dejemos de estarlo y adquiramos una nueva cultura, la cultura humanista de conocerse uno mismo para llegar a ser el que desea ser y no lo que desean los demás. Eso supone recurar la confianza en el Ser Humano, es el único que puede salvar a la Humanidad.
Se dice que ser eficaz es hacer las cosas correctamente y ser eficiente es hacer lo correcto. Y es que uno puede asesinar, violar, extorsionar, etc. correctamente y ser muy eficaz, pero...¿es eso hacer lo correcto?. Por otro lado hacer lo correcto supone equivocarse muchas veces, no hacerlo correctamente al principio, pero si persistes y te entrenas llegarás a ser un virtuoso en ser eficaz.
Las emociones están condicionadas por nuestros mapas mentales, podemos alimentar pensamientos que nos mantienen en la desdicha, o esos otros que nos aportan la serenidad necesaria para encontrar nuevas soluciones. De nosotros depende que nuestros estados de ánimo nos lleven a sentir el añorado sosiego que todos merecemos disfrutar. Podemos eliminar el sufrimiento gratuito de nuestras vidas, tener control sobre los acontecimientos en vez de que los acontecimientos nos controlen a nosotros.
Fue el Dr. Ramón y Cajal quien dijo: “El cerebro es como una máquina de acuñar moneda, si le introduces metal basura, sacará monedas basura, pero si le introduces oro, acuñará valiosas monedas de oro”. Si permitimos que los pensamientos destructivos se introduzcan en nuestro cerebro, nuestras emociones serán destructivas, repercutiendo en nuestras relaciones y en nuestra salud, (mejor dicho, en nuestra falta de salud); pero si aprendemos a manejarnos desde nuestros pensamientos más gratos y edificantes, nuestra emociones también lo serán y nuestros sistemas inmunológico y endocrino funcionarán con total fluidez, sin obstáculos, manteniéndonos en el bienestar y favoreciendo que nos sintamos con un mayor empuje para hacer frente a esas situaciones en las que a nadie le gusta estar, pero que, no obstante, al salir de ellas lo hacemos mucho más fortalecidos.
Consideremos, pues, que las emociones destructivas o negativas son las que nos paralizan y nos dañan, obteniendo como consecuencia que hagamos daño a otras personas, -recordemos que si la risa es contagiosa, la tristeza, la rabia y el resentimiento también lo son-, son las emociones que nos hace vulnerables ante los predadores. Por el contrario, las emociones constructivas o positivas son las que nos mantienen en un estado de autoconfianza y repeto por nosotros mismos.
Nadie está condenado a la escasez, al fracaso o a la enfermedad, a priori, podemos cambiar eso si nos lo proponemos. Uno no está condenado a seguir siendo siempre aquel en que se ha convertido como consecuencia de su historia, de sus costumbres, incluso de sus creencias, de sus decisiones -más o menos acertadas- que le han traído hasta aquí; uno puede cambiar eso, puede decidir otra cosa y llegar a ser la gran persona que soñó ser. Hora es ya de empezar a recorrer el camino que nos lleve allí.
Consideremos, pues, que las emociones destructivas o negativas son las que nos paralizan y nos dañan, obteniendo como consecuencia que hagamos daño a otras personas, -recordemos que si la risa es contagiosa, la tristeza, la rabia y el resentimiento también lo son-, son las emociones que nos hace vulnerables ante los predadores. Por el contrario, las emociones constructivas o positivas son las que nos mantienen en un estado de autoconfianza y repeto por nosotros mismos.
Nadie está condenado a la escasez, al fracaso o a la enfermedad, a priori, podemos cambiar eso si nos lo proponemos. Uno no está condenado a seguir siendo siempre aquel en que se ha convertido como consecuencia de su historia, de sus costumbres, incluso de sus creencias, de sus decisiones -más o menos acertadas- que le han traído hasta aquí; uno puede cambiar eso, puede decidir otra cosa y llegar a ser la gran persona que soñó ser. Hora es ya de empezar a recorrer el camino que nos lleve allí.
Esto es lo bueno de las crisis, que nos dan la oportunidad de cambiar de rumbo llevando nosotros mismos el timón de nuestra propia vida, tomando nuestras propias decisiones. En fin, sabiendo que siempre estamos eligiendo, incluso al dejar de decidir elegimos que los demás decidan por nosotros ¿quién te garantiza que nos lo van a acertar?. Decide por tí mismo, es lo correcto, que no te importe equivocarte, eso es aprender, porque siempre puedes rectificar, y una vez consigas lo que te has propuesto puedes gritar: ¡Valió la pena!.
Mascal. Marzo'09