FÁBULA DEL TONTO.
Se cuenta que en una ciudad del interior, un grupo de personas se divertían con el tonto del pueblo, un pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía haciendo pequeños recados y recibiendo limosnas. Diariamente, algunos hombres llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 50 centavos y otra de menor tamaño, pero de 1 peso. Él siempre tomaba la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos.
Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, lo llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor tamaño valía menos y éste le respondió:
- Lo sé señor, hasta ahí llego..., vale la mitad, pero el día que escoja la otra, el jueguecito se acaba y no voy a ganar más monedas.
Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones:
1ª Quien parece tonto, no siempre lo es.
2ª ¿Cuáles son los verdaderos tontos de la historia?
3ª Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos .
4ª Podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan los demás de nosotros, sino lo que uno piensa de sí mismo.
MORALEJA "El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto delante de un tonto que aparenta ser inteligente"
martes, 25 de mayo de 2010
miércoles, 10 de marzo de 2010
La Culpa (¿?)
Uno de los sentimientos más corrosivos y virulentos que las personas pueden llegar a cultivar es el de la Culpa. Si hubo alguna vez un tiempo en que cada cual sabía que equivocarse significaba aprender y superarse a si mismo y que confiar en uno mismo y en los demás era vital para construir algo juntos, que resultaba apasionante investigar, explorar, y experimentar nuevas maneras de hacer las cosas, arriesgándose a equivocarse, se evaporó; y todavía no se ha encontrado explicación alguna a este cambio tan espeluznante, de cómo poco a poco aquella sociedad,-hoy considerada como una utopía-, devino en algo tan complicado, difícil y advenedizo como la que conocemos en la actualidad, en la que todos culpamos a otros porque el mundo no es como debería ser, según nosotros, claro, creándonos estados de angustia y ansiedad ante la incertidumbre de conseguir una vida que valga la pena ser vivida.
El invento fue todo un éxito, pronto los humanos aprendieron de los “deberías”, los “tienes que” y otras perlas que los tiranos, mediante la culpa, consiguieron implantar la cultura del miedo a las gentes y así fue como la cultura del pensamiento libre y respetuoso desapareció llenando el mundo de culpables.
Sea como fuere resulta muy curioso cómo la culpa ha llegado a ser una artilugio de tortura hasta llegar a convertido en el deporte estrella de nuestra sociedad, que incluso se practica dentro de los mismísimos "sagrados espacios" a veces frecuentados por "nuestros" políticos y sus secuaces. Comparado con él, el fútbol no tiene nada que hacer, y eso son palabras mayores. Lo más curioso es que nadie ha visto jamás ni una sola culpa en su vida y pese a que la ciencia no ha encontrado ni rastro de su ADN, ni tampoco en el genoma humano, todos creen fervientemente en ella y la gente la sigue utilizando como herramienta de manipulación y sometimiento. Arte por excelencia que el ser humano utiliza para humillar al ser humano. ¡Qué bonito!
Todo esto da que pensar, porque, al contrario de otras posesiones que dan prestigio, como coches, mansiones, trajes y bolsos, la culpa da prestigio a quien no la tiene. Entonces, digo yo, que si no tener culpa da prestigio, lo mejor es no tomarla, así se evita uno encontrarse con la vergüenza de tener que librarse de ella “colgándosela” a los demás, léase el sistema, el gobierno, el jefe, el vecino, la familia, el marido, la esposa, los hijos, el perro o el canario. Eso, además de resultar aburrido, -todo el mundo juega a lo mismo y de la misma manera -, es muy delatador, le pone a uno en evidencia, le desprestigia, porque al pasar la culpa a los demás es señal inequívoca de que la ha tenido consigo anteriormente y la está repudiando.
En mi opinión, por mucha tradición que sea, no es nada rentable utilizar algo tan retorcido como la culpa, pues las somatizaciones que se derivan de ella son terriblemente dolorosas por la rabia, resentimiento y remordimiento acumulados. Porque la culpa no es saludable ni recomendable fuera del contexto que compete solamente a los rituales de los jueces. Otra cosa, sin embargo, es la responsabilidad, y que según la RAE define a ambas como:
Culpa: falta más o menos grave cometida voluntariamente, con intención de hacer daño a terceros.
Responsabilidad: de Respondere/Responsum = responder/respuesta. Y de Habilitatem= acierto, destreza, diplomacia, discreción, ingenio, maestría, pericia, sagacidad, soltura, tacto. Así pues si Responsabilidad es la Habilidad de Respuesta, una persona responsable es aquélla que sabe dar respuestas con acierto, destreza, diplomacia, discreción, ingenio, maestría, pericia, sagacidad, soltura, tacto.
Según estas definiciones, mientras que la culpa esclaviza, la responsabilidad hace libres a las personas. ¿No es fantástico este descubrimiento? Mientras que la culpa es un sentimiento como consecuencia de la frustración e intolerancia, de la responsabilidad emerge el sentimiento de ser honesto, de saber que la libertad tiene un precio y se está dispuesto a pagar por ella. Las personas responsables saben que lo que se siente profundamente tiene el poder de cambiarlos y no necesitan pasar a otros sus responsabilidades ni tampoco asumen las que no les competen.
También asumen el riesgo de ser perseguidos o, en el mejor de los casos, olvidados por los que ejercen la manipulación con la culpa, pero lo prefieren a la esclavitud que ello les supondría si no lo fueran.
Con lo dicho no resulta difícil determinar cual de los dos modelos de persona, culpatriz y responsable, está más expuesta al estrés y a las enfermedades, además de correr el riesgo de sentirse más desdichada e infeliz. Si pudieras elegir, ¿con cuál de los dos grupos querrías que se te asociaran? ¿Te imaginas un mundo sin culpables y lleno de personas responsable? ¿Tú que harías?¿Cómo querrías que la gente te reconociera como culpatriz o como responsable?, ¿con qué club quieres que se te identifique? Es cuestión de preferencias, tú eliges.
El invento fue todo un éxito, pronto los humanos aprendieron de los “deberías”, los “tienes que” y otras perlas que los tiranos, mediante la culpa, consiguieron implantar la cultura del miedo a las gentes y así fue como la cultura del pensamiento libre y respetuoso desapareció llenando el mundo de culpables.
Sea como fuere resulta muy curioso cómo la culpa ha llegado a ser una artilugio de tortura hasta llegar a convertido en el deporte estrella de nuestra sociedad, que incluso se practica dentro de los mismísimos "sagrados espacios" a veces frecuentados por "nuestros" políticos y sus secuaces. Comparado con él, el fútbol no tiene nada que hacer, y eso son palabras mayores. Lo más curioso es que nadie ha visto jamás ni una sola culpa en su vida y pese a que la ciencia no ha encontrado ni rastro de su ADN, ni tampoco en el genoma humano, todos creen fervientemente en ella y la gente la sigue utilizando como herramienta de manipulación y sometimiento. Arte por excelencia que el ser humano utiliza para humillar al ser humano. ¡Qué bonito!
Todo esto da que pensar, porque, al contrario de otras posesiones que dan prestigio, como coches, mansiones, trajes y bolsos, la culpa da prestigio a quien no la tiene. Entonces, digo yo, que si no tener culpa da prestigio, lo mejor es no tomarla, así se evita uno encontrarse con la vergüenza de tener que librarse de ella “colgándosela” a los demás, léase el sistema, el gobierno, el jefe, el vecino, la familia, el marido, la esposa, los hijos, el perro o el canario. Eso, además de resultar aburrido, -todo el mundo juega a lo mismo y de la misma manera -, es muy delatador, le pone a uno en evidencia, le desprestigia, porque al pasar la culpa a los demás es señal inequívoca de que la ha tenido consigo anteriormente y la está repudiando.
En mi opinión, por mucha tradición que sea, no es nada rentable utilizar algo tan retorcido como la culpa, pues las somatizaciones que se derivan de ella son terriblemente dolorosas por la rabia, resentimiento y remordimiento acumulados. Porque la culpa no es saludable ni recomendable fuera del contexto que compete solamente a los rituales de los jueces. Otra cosa, sin embargo, es la responsabilidad, y que según la RAE define a ambas como:
Culpa: falta más o menos grave cometida voluntariamente, con intención de hacer daño a terceros.
Responsabilidad: de Respondere/Responsum = responder/respuesta. Y de Habilitatem= acierto, destreza, diplomacia, discreción, ingenio, maestría, pericia, sagacidad, soltura, tacto. Así pues si Responsabilidad es la Habilidad de Respuesta, una persona responsable es aquélla que sabe dar respuestas con acierto, destreza, diplomacia, discreción, ingenio, maestría, pericia, sagacidad, soltura, tacto.
Según estas definiciones, mientras que la culpa esclaviza, la responsabilidad hace libres a las personas. ¿No es fantástico este descubrimiento? Mientras que la culpa es un sentimiento como consecuencia de la frustración e intolerancia, de la responsabilidad emerge el sentimiento de ser honesto, de saber que la libertad tiene un precio y se está dispuesto a pagar por ella. Las personas responsables saben que lo que se siente profundamente tiene el poder de cambiarlos y no necesitan pasar a otros sus responsabilidades ni tampoco asumen las que no les competen.
También asumen el riesgo de ser perseguidos o, en el mejor de los casos, olvidados por los que ejercen la manipulación con la culpa, pero lo prefieren a la esclavitud que ello les supondría si no lo fueran.
Con lo dicho no resulta difícil determinar cual de los dos modelos de persona, culpatriz y responsable, está más expuesta al estrés y a las enfermedades, además de correr el riesgo de sentirse más desdichada e infeliz. Si pudieras elegir, ¿con cuál de los dos grupos querrías que se te asociaran? ¿Te imaginas un mundo sin culpables y lleno de personas responsable? ¿Tú que harías?¿Cómo querrías que la gente te reconociera como culpatriz o como responsable?, ¿con qué club quieres que se te identifique? Es cuestión de preferencias, tú eliges.
jueves, 4 de febrero de 2010
La Ecología Emocional
Durante algún tiempo se ha estado hablando mucho sobre La Inteligencia Emocional, como si de repente hubieramos descubierto que somos seres emocionales y tuvieramos que excusarnos con ser también inteligentes. Y está bien, todo lo que nos facilite el autodescubrimiento es bueno, y todo lo que nos ayude a aceptar lo que vamos descubriendo de nosotros mismos, está mejor, porque nos permite transformar lo que no nos gusta hasta que logremos cambiarlo por algo mucho más útil y satisfactorio.
Nuestras emociones se pueden comparar con el movimiento de las mareas: se aquietan, se retiran y se agitan y crecen constantemente. Cuando están agitadas decimos que son negativas, porque nos descolocan, estamos “fuera de si”, perdemos el control y ellas son las que nos controlan a nosotros. Eso es un tanto íncomodo, aunque tampoco tranquiliza demasiado tanta quietud y ausencia emocional, da miedo.
Aunque si lo piensas bien lo de emociones positivas o negativas sólo adquiere sentido en virtud de las consecuencias que conlleva lo que nosotros decidamos hacer con ellas. Por ejemplo, te puedes ver ante la posible situación de que una rueda de tu coche se ha pinchado y acto seguido te lías a patadas con la estúpida rueda, aunque también tienes la opción de serenarte cuanto antes y, pese al contratiempo, ponerte a la tarea de cambiar la rueda. Cambiarla la has de cambiar igualmente, entonces ¿qué resulta más útil y conveniente para ti, hacerlo después de destrozarte los pies o antes de llegar a eso? La frustración emerge genuinamente de ti, la violencia es lo que tu eliges hacer con lo que emergió de ti. Uno puede sentirse triste por una pérdida, es una reacción natural, la posible depresión posterior es una elección que se puede evitar. Y así con cada una de las emociones que nos hacen sentir desdichados.
Estudios realizados por los neurocientíficos encontraron la relación fisiológica entre las emociones y la actividad cerebral en forma de pensamientos, por medio de los neurotransmisores, y que llegaron a la conclusión de que sentimos según como pensamos; eso significa que si nos fijamos en las cosas qué pensamos y las cambiamos por otras para sentirnos emocionalmente mejor, llegaremos a sentirnos mejor, porque si el pensamiento cambia, nuestras emociones cambian con él. Ser optimista no soluciona gran cosa pero ser pesimistas es un verdadero engorro además de un gran obstáculo. Hay tantas posibilidades de que algo salga bien como de que salga mal, pero si nos entretenemos, nos enredamos, en esto último seguro que ya estamos derrotados de antemano.
Somos la única especie capaz de transformar nuestra biología mediante lo que pensamos y sentimos. Si estamos enfadados o deprimidos nuestro sistema inmunológico se debilita por estar liberando las mismas hormonas y sustancias biológicas destructivas que el estrés. Por el contrario, si nos serenamos, se fortalece. La alegría y el sentido del humor activa nuestra corriente sanguínea agilizando sus funciones hasta el punto más recóndito de nuestro ser, y sobre todo mantener los “malos” pensamientos a raya, de tal modo que incluso el proceso de envejecimiento puede ser ralentizado. Tu cuerpo es hoy como consecuencia de lo que pensabas y sentías ayer, si quieres estar mucho mejor mañana, sería conveniente que hicieras algunos reajustes en tu forma de pensar y sentir hoy. Tal vez, después de todo, en eso consista el elixir de la eterna juventud. ¿Por qué no intentarlo?.
“El principio es la mitad del todo”, dijo nuestro amigo Pitágoras. ¿Y qué tiene que ver Pitágoras en mis emociones?, te preguntarás.
Si algo he aprendido en lo que llevo de vida es que uno es su propia herramienta con la que construye su propia vida. Aunque los demás están ahí para que tú te reconozcas a través de ellos, es un error pensar que están para hacer el trabajo que sólo a ti te corresponde hacer. La necesidad viene de ti mismo, tú eres la causa y el efecto de cuanto te acontece, tú eres el principio de todo lo que emana de ti, de todo aquello que te conecta contigo mismo y con el mundo.
Creer en los demás resulta hasta fácil, pero creer en uno mismo es un auténtico desafío, aunque considero que es la tarea que más satisfacciones te puede aportar. Por eso ocuparte del principio (de ti) supone que la mitad del trabajo ya lo tienes hecho. Cuidar de ti, ocuparte de reconocer lo que sientes y no de lo que deberías de sentir.
Nuestros estados emocionales son como las señales de tráfico que nos indican que prestemos atención al camino que estamos recorriendo, es tan peligroso ignorarlas como estamparse contra ellas. Cuanto mejor funciones emocionalmente, mejor funcionará tu vida. Esto te aportará una vida emocional ecológica en la que día a día aprenderás a ser más flexible, incluso tendrás más sentido del humor a cerca de ti mismo y de los demás y mirarás el futuro más esperanzado y motivado.
Si tenía ocho horas para talar un árbol, pasé seis afilando mi hacha. A.Lincoln
Nuestras emociones se pueden comparar con el movimiento de las mareas: se aquietan, se retiran y se agitan y crecen constantemente. Cuando están agitadas decimos que son negativas, porque nos descolocan, estamos “fuera de si”, perdemos el control y ellas son las que nos controlan a nosotros. Eso es un tanto íncomodo, aunque tampoco tranquiliza demasiado tanta quietud y ausencia emocional, da miedo.
Aunque si lo piensas bien lo de emociones positivas o negativas sólo adquiere sentido en virtud de las consecuencias que conlleva lo que nosotros decidamos hacer con ellas. Por ejemplo, te puedes ver ante la posible situación de que una rueda de tu coche se ha pinchado y acto seguido te lías a patadas con la estúpida rueda, aunque también tienes la opción de serenarte cuanto antes y, pese al contratiempo, ponerte a la tarea de cambiar la rueda. Cambiarla la has de cambiar igualmente, entonces ¿qué resulta más útil y conveniente para ti, hacerlo después de destrozarte los pies o antes de llegar a eso? La frustración emerge genuinamente de ti, la violencia es lo que tu eliges hacer con lo que emergió de ti. Uno puede sentirse triste por una pérdida, es una reacción natural, la posible depresión posterior es una elección que se puede evitar. Y así con cada una de las emociones que nos hacen sentir desdichados.
Estudios realizados por los neurocientíficos encontraron la relación fisiológica entre las emociones y la actividad cerebral en forma de pensamientos, por medio de los neurotransmisores, y que llegaron a la conclusión de que sentimos según como pensamos; eso significa que si nos fijamos en las cosas qué pensamos y las cambiamos por otras para sentirnos emocionalmente mejor, llegaremos a sentirnos mejor, porque si el pensamiento cambia, nuestras emociones cambian con él. Ser optimista no soluciona gran cosa pero ser pesimistas es un verdadero engorro además de un gran obstáculo. Hay tantas posibilidades de que algo salga bien como de que salga mal, pero si nos entretenemos, nos enredamos, en esto último seguro que ya estamos derrotados de antemano.
Somos la única especie capaz de transformar nuestra biología mediante lo que pensamos y sentimos. Si estamos enfadados o deprimidos nuestro sistema inmunológico se debilita por estar liberando las mismas hormonas y sustancias biológicas destructivas que el estrés. Por el contrario, si nos serenamos, se fortalece. La alegría y el sentido del humor activa nuestra corriente sanguínea agilizando sus funciones hasta el punto más recóndito de nuestro ser, y sobre todo mantener los “malos” pensamientos a raya, de tal modo que incluso el proceso de envejecimiento puede ser ralentizado. Tu cuerpo es hoy como consecuencia de lo que pensabas y sentías ayer, si quieres estar mucho mejor mañana, sería conveniente que hicieras algunos reajustes en tu forma de pensar y sentir hoy. Tal vez, después de todo, en eso consista el elixir de la eterna juventud. ¿Por qué no intentarlo?.
“El principio es la mitad del todo”, dijo nuestro amigo Pitágoras. ¿Y qué tiene que ver Pitágoras en mis emociones?, te preguntarás.
Si algo he aprendido en lo que llevo de vida es que uno es su propia herramienta con la que construye su propia vida. Aunque los demás están ahí para que tú te reconozcas a través de ellos, es un error pensar que están para hacer el trabajo que sólo a ti te corresponde hacer. La necesidad viene de ti mismo, tú eres la causa y el efecto de cuanto te acontece, tú eres el principio de todo lo que emana de ti, de todo aquello que te conecta contigo mismo y con el mundo.
Creer en los demás resulta hasta fácil, pero creer en uno mismo es un auténtico desafío, aunque considero que es la tarea que más satisfacciones te puede aportar. Por eso ocuparte del principio (de ti) supone que la mitad del trabajo ya lo tienes hecho. Cuidar de ti, ocuparte de reconocer lo que sientes y no de lo que deberías de sentir.
Nuestros estados emocionales son como las señales de tráfico que nos indican que prestemos atención al camino que estamos recorriendo, es tan peligroso ignorarlas como estamparse contra ellas. Cuanto mejor funciones emocionalmente, mejor funcionará tu vida. Esto te aportará una vida emocional ecológica en la que día a día aprenderás a ser más flexible, incluso tendrás más sentido del humor a cerca de ti mismo y de los demás y mirarás el futuro más esperanzado y motivado.
Si tenía ocho horas para talar un árbol, pasé seis afilando mi hacha. A.Lincoln
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